viernes, 4 de enero de 2008

Que tengas un feliz y dulce ano

Durante nueve días no pensé en la hora. Me levantaba. Sin saber de relojes y celulares. Fumaba un cigarro y me iba a la playa. Andaba como marmota en la arena. Nunca supe cuántas horas dormía. Ni la hora del almuerzo. Y peor el de la cena (si es que había). En realidad vale saber la hora, contar los minutos, y, en especial, celebrar año nuevo...

Nunca le di mucha importancia al fin de año. Antes solo era el fin del colegio (que cada bimestre era más largo). Después, la universidad. En donde el 31 de diciembre solo era el inicio de una etapa de vicios sin límites. Playa y mil actividades más. Eras libre. Una vez enterrada esa época, todo lo que venga será lo mismo. Esperar a que venga el otro. Que las patas de gallo se profundicen. Que las ganas de salir se vayan extinguiendo. Que el tiempo se haga más corto. Que tengas más responsabilidades. Que las deudas con el banco se hagan mayores. Que pasen o dejen de pasar más cosas. Es decir, más preocupaciones.

Por ello, salir a dar vueltas con las maletas. Comerte 12 uvas. Encajarte la distinguida ropa interior amarilla (o roja en algunos casos). Y decenas de otras formas de empezar el año o despedir al viejo, han demostrado feacientemente y generación tras generación, que no sirven. En los últimos años, bueno, en los que yo tengo uso de razón y entre las personas de mi generación, las tradiciones han cambiado. Ahora si no logras contactarte con otros labios, o si no tienes relaciones, o no acabas totalmente ebrio chorreando tu vaso antes de las 12, te esperan 365 días de desventuras, inseguridades, sin enamorada (o), sin trabajo, sin juergas, sin, sin, sin...

Eso es lo que creen todos.
¿Qué significa en realidad año nuevo?
¿Qué significa empezar otro?
La verdad, ¿Creen que se ha terminado algún año?

Hasta ahora no logro comprender el significado razonable. Nunca me han visto (ni verán) corriendo por mi cuadra con mi vieja y cada vez más estropeada maleta azul. Me puse una vez un ridículo calzoncillo amarillo (no pregunten por qué) y prometí ante el gigante pesebre de mi madre no hacerlo jamás. En vez de 12, me tragaba como 50 uvas. Nunca fui un buen seguidor de cábalas. Siempre las cambio. Mayormente solo duran una vez. Nunca funcionan. Y por otro lado, hablando de las modernas formas de comportarse en esa fecha. Sexo. Cero. Besos. Dos. Ebrio. Todos, menos en el último. Sin embargo, echando el vaso de cerveza sobre mis pantalones, nunca (en otras festividades, sí) ¿Qué más? ¿Me quedé sin trabajo? Por lo menos, hasta ahora no (gracias!) ¿He estado 365 días consecutivos sin algún amorío? Nunca. Pero eso sí, estoy sin enamorada hace 3 años recién cumplidos. ¿Pena? ¿Alegría? Nada de eso. Da lo mismo. Si no está, yo tampoco. ¿A qué voy? A que no importan los años, todo depende de uno mismo. De ponerse las pilas y chambear en lo que le gusta.

Los mayas, los aztecas, lo incas, los indios, los griegos y más culturas tuvieron sus respectivos calendarios. No hubo mejor ni peor. Los occidentales católicos determinaron a su antojo que el gregoriano sea el que se maneje en el mundo. Dicen que es la más exacta. ¿Cómo determinar algo si no se saben a ciencia a cierta las otras teorías o formas de calcular el tiempo? Imposible. Esto es una imposición. Entonces, ¿por cuál llevarnos?, ¿es realmente importante saberlo? Creo que a nadie le afectaría tener unos meses más en el año o unos días más en la semana. La escencia de tu vida no va a cambiar. Entonces, ¿es importante que el mundo se guíe por esos parámetros?

Sé que no me harán caso y seguirán iguales...
Aunque una reflexionadita no haría mal...
Sean felices...
Mientras puedan...
Cierre su ventana...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias x tus buenos deseos chino jack, yo tampoco creo q cambie en algo el hecho de hacer algunas cabalas, pero es divertido hacerlas para no perder la emocion que trae el año nuevo, lo veo como divertirse en el momento jejeje, besirrrisssss

Claudia dijo...

No necestiamos de una fiesta para cambiar las cosas.

Herbert Holguín (เฮอเบิร์ด) dijo...

carajo, lo que hacen las drogas.